Tras la desaparición de la Unión Soviética, su enorme flota pesquera – barcos y tripulación – quedó abandonada en distintos puertos del planeta. La mayor concentración de hombres y naves tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria, España. Los capataces de estos barcos se desentendieron de la nave y sus hombres, después de meses de navegación, dejando una enorme deuda por pagar a la tripulación además de los costes de reparación y alojamiento del barco en puerto.
Como un marinero que abandona su puesto pierde el derecho a reclamar su paga, estos hombres permanecen en el barco en espera de una solución que nunca llega. Oficialmente no están en suelo europeo, ni pueden acogerse a las leyes de asilo y protección vigentes. Han hecho del barco su hogar; un hogar que se hunde con sus habitantes dentro. El óxido se come la estructura y, en ocasiones, los marineros arrancan pedazos de la nave para venderlos como chatarra, como si devoraran su propio cuerpo.
Algunos tripulantes han decidido volver a Ucrania en autobús desde la península, otros, los más veteranos, llevan más de 8 años aquí. Viven en un limbo, casi invisibles, a pocos metros de la tierra; si abandonan el barco lo pierden todo.